«Encierros taurinos en Jumilla»
Hace años pensaba al igual que muchos profesores de historia, que esta materia debía estar presente en los estudios de mis alumnos porque conocerla, «nos ayuda a no repetir los errores del pasado». Mas tarde, con el tiempo, he ido poco a poco desarrollando la idea contraria, la de que la enseñamos en nuestras escuelas e institutos, precisamente para todo lo contrario, es decir, «para seguir perpetuando los mismos errores del pasado».
Quizá les parezca sorprendente mi cambio respecto a la historia; pero intentaré descifrar las premisas que me han conducido hasta aquí. En primer lugar, la historia nace como anhelo y descripción de los grandes hechos y personajes que los pueblos y sociedades quieren preservar del olvido e inexorable paso del tiempo, por tanto habla de vencedores, no de vencidos, de poderosos, no de menesterosos en definitiva de quien puede pagar al escribano y tiene el pan y sustento asegurados. En segundo lugar, esa historia de grandes hechos de los vencederos y poderosos viene a instaurarse como disciplina a cursar en los estudios de todo ciudadano, cuando en la modernidad surge el Estado. Este creará el embrión de los sistemas educativos intentando formar a sus súbditos primero y ciudadanos más tarde, por tanto, su objetivo básico es desarrollar un espíritu de pertenencia a esa entidad nacional que surgía. Esto último lo podríamos constatar experimentalmente analizando ahora el contenido de los libros escolares de historia en Cataluña, País Vasco, etc. En tercer lugar, esta disciplina científica, cuando se desarrolla con rigor, se basa en la reconstrucción e interpretación de los hechos en base a datos, testimonios, vestigios, que mediante inferencia, comparación etc. nos conduzca a alguna conclusión sobre los mismos, por tanto, la historia está siempre en continua revisión, siempre es un análisis inconcluso e inacabado, donde seguramente mañana un nuevo dato o hallazgo nos obligue a su revisión.
Finalmente, la historia en nuestra vida cotidiana será aquello a lo que recurrir para justificar cualquier evento por injustificable que esta sea. Si me lo permiten, jueguen conmigo a imaginar por un momento que somos un aficionados a los entierros taurinos tipo San Fermín, Moratalla, Calasparra etc. de ahí que deseara instaurar para Santiago y Santa Ana una bonita fiesta de encierros en Jumilla.
Rápidamente acudiríamos al archivo municipal para encontrar un acta capitular, una cuenta de pago de novillos, un asiento en el libro de pósitos, un suceso o queja a cerca de no se que encierro, etc. por supuesto si es posible del s. XVI o XVII. Con este documento en nuestro poder, nos dirigiríamos al Concejal de Festejos esgrimiendo que los encierros formaron parte de nuestras tradiciones más seculares, cosa que demuestra el mismo nombre de la calle Corredera, puesto que las reses se dejaban en un huerto en las cercanías del charco Ontur para dejarlos correr por dicha calle siendo toreados en su Plaza de Abajo (Jardinico de las Ranas). Esgrimiríamos además, que nuestra pretensión es la de desarrollar una vieja celebración tradicional jumillana, la de celebrar la festividad de Santa Ana, antaño una fiesta grande por la gran devoción a nuestra santina en el monasterio. Bajo este pretexto, los mozos ataviados con faja y pañuelo azul, la bajarían en rogativa al pueblo, donde sería colocada en una hornacina para que estos rogaran el favor de no ser cogidos por el astado durante la carrera. Tanto brillo y esplendor a nuestras tradiciones, el engrandecimiento de nuestro acerbo festero, amen del espléndido, vistoso y colorista espectáculo que ofreceremos a vecinos y visitantes, evidentemente, justificarían que el Sr. Concejal propusiera para su aprobación la correspondiente subvención festera. Eso, amen de integrarnos de facto e inmediato en el grupo de colectivos festeros. Eso sí, para más justificación y gloria de nuestra actividad en la siguiente primavera le organizamos una semana cultural con exposición, fotos, concurso, pregón y libro.
¿Bonito verdad? Pues la primera parte de este recorrido imaginario les aseguro es histórica, en cuanto a la segunda, muy sugerente.
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Hace años pensaba al igual que muchos profesores de historia, que esta materia debía estar presente en los estudios de mis alumnos porque conocerla, «nos ayuda a no repetir los errores del pasado». Mas tarde, con el tiempo, he ido poco a poco desarrollando la idea contraria, la de que la enseñamos en nuestras escuelas e institutos, precisamente para todo lo contrario, es decir, «para seguir perpetuando los mismos errores del pasado».
Quizá les parezca sorprendente mi cambio respecto a la historia; pero intentaré descifrar las premisas que me han conducido hasta aquí. En primer lugar, la historia nace como anhelo y descripción de los grandes hechos y personajes que los pueblos y sociedades quieren preservar del olvido e inexorable paso del tiempo, por tanto habla de vencedores, no de vencidos, de poderosos, no de menesterosos en definitiva de quien puede pagar al escribano y tiene el pan y sustento asegurados. En segundo lugar, esa historia de grandes hechos de los vencederos y poderosos viene a instaurarse como disciplina a cursar en los estudios de todo ciudadano, cuando en la modernidad surge el Estado. Este creará el embrión de los sistemas educativos intentando formar a sus súbditos primero y ciudadanos más tarde, por tanto, su objetivo básico es desarrollar un espíritu de pertenencia a esa entidad nacional que surgía. Esto último lo podríamos constatar experimentalmente analizando ahora el contenido de los libros escolares de historia en Cataluña, País Vasco, etc. En tercer lugar, esta disciplina científica, cuando se desarrolla con rigor, se basa en la reconstrucción e interpretación de los hechos en base a datos, testimonios, vestigios, que mediante inferencia, comparación etc. nos conduzca a alguna conclusión sobre los mismos, por tanto, la historia está siempre en continua revisión, siempre es un análisis inconcluso e inacabado, donde seguramente mañana un nuevo dato o hallazgo nos obligue a su revisión.
Finalmente, la historia en nuestra vida cotidiana será aquello a lo que recurrir para justificar cualquier evento por injustificable que esta sea. Si me lo permiten, jueguen conmigo a imaginar por un momento que somos un aficionados a los entierros taurinos tipo San Fermín, Moratalla, Calasparra etc. de ahí que deseara instaurar para Santiago y Santa Ana una bonita fiesta de encierros en Jumilla.
Rápidamente acudiríamos al archivo municipal para encontrar un acta capitular, una cuenta de pago de novillos, un asiento en el libro de pósitos, un suceso o queja a cerca de no se que encierro, etc. por supuesto si es posible del s. XVI o XVII. Con este documento en nuestro poder, nos dirigiríamos al Concejal de Festejos esgrimiendo que los encierros formaron parte de nuestras tradiciones más seculares, cosa que demuestra el mismo nombre de la calle Corredera, puesto que las reses se dejaban en un huerto en las cercanías del charco Ontur para dejarlos correr por dicha calle siendo toreados en su Plaza de Abajo (Jardinico de las Ranas). Esgrimiríamos además, que nuestra pretensión es la de desarrollar una vieja celebración tradicional jumillana, la de celebrar la festividad de Santa Ana, antaño una fiesta grande por la gran devoción a nuestra santina en el monasterio. Bajo este pretexto, los mozos ataviados con faja y pañuelo azul, la bajarían en rogativa al pueblo, donde sería colocada en una hornacina para que estos rogaran el favor de no ser cogidos por el astado durante la carrera. Tanto brillo y esplendor a nuestras tradiciones, el engrandecimiento de nuestro acerbo festero, amen del espléndido, vistoso y colorista espectáculo que ofreceremos a vecinos y visitantes, evidentemente, justificarían que el Sr. Concejal propusiera para su aprobación la correspondiente subvención festera. Eso, amen de integrarnos de facto e inmediato en el grupo de colectivos festeros. Eso sí, para más justificación y gloria de nuestra actividad en la siguiente primavera le organizamos una semana cultural con exposición, fotos, concurso, pregón y libro.
¿Bonito verdad? Pues la primera parte de este recorrido imaginario les aseguro es histórica, en cuanto a la segunda, muy sugerente.