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Ignacio, un gran servidor público 28 abr 2015 19:27 Placido Guardiola

Un político con vocación de servicio público «Un hombre de convicciones»
El Cuco de Ignacio

Aun cuando soy de su generación, nuestras vidas discurrieron por derroteros bien distintos hasta que un 10 de Abril de 1977, era un Domingo de Resurrección y el Rollo estaba abarrotado de público que acudía al encuentro de la Virgen y el Resucitado, se acerca alguien al que conocía sólo de vista, para entregarme un folletos del PCE. Debo aclarar que, el día antes 9 de Abril y en plena Semana Santa de aquel año, Adolfo Suarez, había aprobado por sorpresa la legalización del Partido Comunista de España en lo que, desde entonces, se conoce como  Sábado Santo Rojo; fue entonces cuando conocí a Ignacio.
Unos años más tarde, en plena crisis de la Cooperativa San Isidro, tuve la ocasión de tratarlo, saber más de su vida, trabajo y calado humano. En apenas unos días supe que se trataba de un idealista, con una gran entereza ética desde sus convicciones, una fuerte conciencia social y, por encima de todo ello, una gran persona. Nunca advertí en él un mal gesto o una queja aun cuando le discutiera aquello en lo que no coincidía. Aunque debo confesar que, desde entonces, son muchas más las veces en las que hemos coincidido que discrepado.
«Se nos ha ido un gran servidor público»
Con él tuve la ocasión de participar en otras batallas, como la del "No a la OTAN", donde de nuevo Ignacio me demostró su compañerismo, amistad y catadura humana. Fue por aquellos días cuando me contó su etapa de comunista en la clandestinidad y el día que, junto a Angel Abellán, se presentaron el Cuartel de la Guardia Civil poniendo su carnet de comunista sobre la mesa del sargento siendo todavía ilegal el PCE. Aun hoy, no puedo evitar reírme al recordar lo que me contó les dijo el sargento de la benemérita : "Anda, iros a vuestra casa y no me busquéis un lío".
He seguido sus pasos como concejal, sus actuaciones públicas y como empresario del vino sin perder el contacto y manteniendo con él, en cuanto se nos brindaba la oportunidad, magnificas charlas sobre los asuntos públicos, el vino o la política agraria. Puedo aseguraros que no es la amistad y mi aprecio hacia él lo que me mueve a escribir estas líneas, sino la sincera emoción que he sentido esta mañana cuando sus restos salían del tanatorio y cuantos allí estábamos le hemos brindado un sentido aplauso . En ese instante,  pensaba lo mismo que momentos antes le había contado a mi esposa: "Se nos ha ido un gran servidor público".
Ahora más que nunca, cuando los «Robabrevas» y «Pillaolivas» aterrizan en la política, sin riesgo ni convicción alguna, cuando se sirven de ella o, en el mejor de los casos, se ganan los dos mil setecientos euros del ala; ahora repito, es cuando te das cuenta de que no todos los políticos son iguales. Ignacio era de otra pasta, discreto sin una palabra más alta que otra, con una sonrisa en sus labios y dispuesto a servir a quien se lo pidiera, hizo muchas cosas por Jumilla que debemos todos reconocer.
«A Ignacio se deben iniciativas como la noche de exaltación del vino que él inicio y promovió »
A Ignacio se deben iniciativas como la noche de exaltación del vino que él inicio y promovió en su mandato, fue impulsor con otros de la Ruta del Vino, del turismo rural en nuestro pueblo, excelente concejal de pedanías, etc., etc. Pocos concejales aparte de Ignacio tienen en su haber tantas cosas de las que hoy todos nos sentimos orgullosos. De esas cosas  y de su integridad ética y social son de las que quiero dar testimonio hoy.
Poner en valor la trayectoria pública de un hombre como Ignacio es dignificar la vida pública, devolverle la honorabilidad a la acción política y el suyo todo un ejemplo de coherencia, humildad, trabajo y dedicación a su pueblo. Es una pena que en estos momentos aciagos no contemos en todas las candidaturas que se presentan dentro de unos días con más aspirantes de la catadura de Ignacio.
Aun cuando tu, amigo Ignacio, eras de los que creía que el cielo hay que construirlo en la tierra y yo no sé si lo hay, si quiero dar testimonio de que tu te lo ganaste a pulso. Por ello vaya desde aquí mi reconocimiento y gratitud. Desde aquí anuncio que solicitaré de la próxima Corporación Municipal que alguna calle de nuestra ciudad lleve tu nombre.
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A mi viejo y centenario amigo 16 nov 2013 18:45 Placido Guardiola

«El Pino centenario de las Sanguijuelas»


 Foto del Pino de las Sanguijuelas en 1976

Hoy encamine mis pasos sobre viejos recorridos de infancia, para regresar a los conocidos lugares del alma. A esos de los que nunca te alejas aun por mucho que te distancies, pues ellos, van contigo donde quiera que vayas.
De nuevo, hoy, sin la burra y sin los cántaros me acerque a la fuente, ya sabes, la tuya, la de las Sanguijuelas. Tú yacías retorcido sobre el suelo, herido de muerte en el mismo lugar que antaño te erguías altivo, enorme y majestuoso. Donde entonces, bajo el cobijo de tus ramas, sesteaban los rebaños a tu sombra. En ese lugar permanecen ahora tumbados sobre el suelo los restos de tu enorme tronco, aquel por el que trepaba hasta subirme a tu primera rama y, sentado en ella, dejaba pasar lentas las horas mientras escudriñaba todo el valle que se extendía a tus pies.

Restos del viejo tronco del Pino de las Sanguijuelas

Hace muchos años que, en un vendaval, el viento te derribó, tantos hace ya, que no logro recordar cuantos fueron. Desde entonces, la reseca madera de tu desnudo tronco ya carcomido aun resiste la calima del verano, los hielos en invierno…
Sí, aún hoy aquí, silente en el suelo y sin apenas vida, todavía se atisba tu grandeza, esa que yo guardo en mi memoria y de la que soy testigo.
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La fragilidad de la memoria 19 feb 2010 11:10 Placido Guardiola

«La interesada memoria histórica»
La memoria es frágil, voluble, sutil, casi etérea y, sin embargo, sin ella no tenemos identidad, conciencia y, por tanto, algo que en definitiva podamos reconocer como vida humana. De ahí que temamos su pérdida y consideremos la enfermedad de Alrzheimer como una muerte anunciada o una muerte en vida. De ahí que nada nos aterre más que nuestros seres queridos o nosotros mismos, podamos caer en manos de tan desgarradora, cruel y trágica enfermedad de nuestros días.
Curiosamente tendemos a creer que unas personas tienen mejor o peor memoria que otras, hablamos de «memorias de elefante» o de «desmemoriados». A nivel coloquial decimos tener poca o mucha, ignorando que la memoria humana es caprichosa y voluble. La psicología clínica ha demostrado que el celebro humano tiene una especial habilidad para olvidar aquellos sucesos que experimentamos como dolorosos y tristes. Por eso, nuestra memoria es dulce y antojadiza. No es por tanto, ni exacta ni objetiva, sino por el contrario, resulta ser el álbum personal de miles de estampas preferidas por su dueño.


La memoria, precisamente por la forma en que almacenamos experiencias en ella, resulta un «Bálsamo Fierabrás» ungüento mágico que todo lo cura con el que cicatrizar nuestras heridas del presente. Una película alegre, ante la tragedia que experimentamos en la actualidad. La memoria siempre es dulce, nos hace creer que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Si la memoria personal, la de cada uno es así, ni que decir tiene de la memoria colectiva, esa que venimos en llamar «Memoria histórica». En principio, reconozcamos que esa memoria histórica y colectiva siempre esta confeccionada por los vencedores, nunca por los vencidos. Por los poderosos, nunca por los menesterosos. Por quienes tienen los medios para divulgarla y propagarla, nunca por los desposeídos. Por los que sobreviven, nunca por los que caen en el camino.
Por todo ello, deberíamos ser conscientes de que la llamada «Memoria histórica», es siempre una memoria interesada y parcial. Es en definitiva, una específica y particular manera de mirar hacia atrás. Es más, desde hace un tiempo empiezo a sospechar, que recurrimos a la memoria colectiva no para evitar los errores del pasado, sino seguramente para perpetuarlos en un presente que no nos gusta. Nunca hasta hoy se estudió tanta historia, nunca como hoy repetimos las viejas cantinelas de siempre ¿De qué sirve, por tanto, la memoria colectiva?.
En ocasiones utilizando estos mismos argumentos que ahora utilizo aquí, hasta nos atrevemos a rehacer la «Memoria Histórica». Acaso ignoramos que no es el anhelo de hacer justicia con los olvidados lo que nos mueve a ello; sino los intereses de quienes ahora detectan el poder, los medios y los recursos.
Inevitablemente la memoria colectiva, reconoce, otorga, pregona, perdona y ensalza las cosas de unos; pero indefectiblemente olvida, castiga, silencia, castiga, ensalza y humilla, de otros. Pero siempre estos últimos suelen ser lo que en el momento de recordarlos son los más débiles y desposeídos frente al estatus quo del poder presente. La memoria por tanto, no es justa, ni objetiva, ni desinteresada.
Si me lo permiten aunque inevitablemente necesaria, nuestra memoria, la individual y la colectiva, es el ungüento mágico que como el «Bálsamo Fierabrás» de D. Quijote, esconde nuestras vergüenzas y perdona nuestros pecados

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LAS MADRUGAS (III) 22 ene 2010 08:33 andres

«¿ Tenías tanta prisa ? »


Hoy me van a perdonar los seguidores de este blog que les robe parte de su valioso tiempo y hable de mis cosas, ya lo advertí, escribiría lo que se me ocurriera en la madruga, pero en ésta ocasión, reinando reinando, se me ha juntado la trasnochá con la madruga.
Ayer unos minutos antes de salir de mi casa para ir al programa de «La Rendrija» me comunicaban el fallecimiento de mi amigo Juan, D. Juan Salmeron conocido por otras muchas personas, deportistas y pacientes en Jumilla y tambien «Juanin» como lo llamaban cariñosamente en su pueblo Cieza. Vaya en primer lugar un abrazo muy fuerte para su mujer Espe, sus hijos Juan y Antonio, para su madre y el resto de sus familiares, siento su perdida casí con el mismo dolor que ellos.
Conocí a Juan sería por el año 85, 87 no se soy torpe para las fechas igual que para la informática, no se; pero un día me plantearé seriamente por que estoy adquiriendo tantas torpezas; lo conocí a través de un familiar común de Cieza que me comentó la posibilidad de que pasara consulta en la "clinica ASUR" de la que formaba parte. Lo comente con mis socios y se aceptó la idea, todavía recuerdo los primeros pacientes que tuvimos y, digo tuvimos, porque yo lo seguía de cerca para cerciorarme de que estaba capacitado. El siempre decía que yo lo examinaba continuamente, pero no tarde mucho en darme cuenta que sabía volar solo, sabía lo que hacía. Poco a poco fue naciendo una amistad que se traslado del terreno profesional al social, comimos muchas veces junto en su casa , en la mía y muchas veces en ninguna, cazamos juntos actividad que el dominaba, en esto yo era el principiante y tengo que agradecerle las cosas que en esta faceta me enseño.
Juan era una persona de forma innata innata extroverda, tranquila, analítica y observadora entre otras cualidades, junto a otras cualidades adquiridas también era educado, amable... Hablaba mucho, en esto andabamos a la par, recuerdo un viaje que haciamos juntos a su querido Pobladura de las Regueras en el Bierzo, al pasar Madrid le dije: " ahora me toca hablar a mi hasta Leon " y así establecimos en los viajes el turno de palabra. Era además una persona primitiva o primitivista, le gustaba la naturaleza, la agricultura, la ganadería a pequeña escala la caza , la pesca, me refiero a la prisa- le gustaba recoger todo lo que daba el monte, setas hierbas comestibles, se fabricaba sus artes de pesca y algunas de caza. Era ingenioso, ocurrente y bromista a mi me gastaba siempre la misma, cuando me veía ansioso me decía: ¿tienes prisa? yo contestaba, no y acto seguido preguntaba: ¿y alguien que te la meta? y añadía rapidamente -me refiero a la prisa- y rompía a reirse.
Como antes decía que era tranquilo, análitico y observador, cualidades muy importantes tanto para su profesión como para desarrollar sus aficiones. En la profesión era un médico que no defendía la consulta de 10 minutos, por que el empleaba 40, 50 o 100 si era necesario, diagnosticaba hablando con el paciente, era un típico representante de lo que el Dr. Marañon definía como el médico de la silla. Cuando iba a explorar al paciente ya sabía el diagnóstico; pero pedía pruebas para dejar constancia gráfica, porque así lo exigían la mayoría de sus actuaciones profesionales. En su afición favorita, la caza, llegó a conseguir grandes trofeos de caza mayor, cazó en toda España y también fuera de ella, lo hizo en Canada y Rusia, faltándole cazar en Africa que era una de sus muchas ilusiones; pero estoy seguro que allá arriba el encargado de esos menesteres le dará algún permiso para cazar en las grandes praderas.
Hablaba de una consulta o de un diagnóstico con la misma pasión que comentaba un lance de caza, estaba lleno de ilusiones, su familia, su campo, su casa de Pobladura, su perro, su caza, su pesca, sus proyectos agrícolas; pero la vida es injusta, siempre estamos pendientes del que sopla las velas.
Vuelve a amanecer que no es poco para los que quedamos, tu Juan "no tenias prisa" y ojala algúnn día acabemos con " el que te la ha metido " - me refiero a la prisa y a los seguidores de este blog decirles que perdemos una gran persona, un buen médico, un extraordinario traumatologo y yo además un amigo entrañable.


DESCANSE EN PAZ.
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El «Quiosco de Teo» pieza de Museo 28 dic 2009 11:03 Placido Guardiola

«El nuevo museo sobre costumbrismo murciano será su destino»

La comunidad Autónoma de la Región de Murcia abrirá en la primavera del 2010 nuevo museo etnográfico sobre la vida cotidiana y el costumbrismo murciano. Con dicho motivo se han dirigido al Excmo. Ayuntamiento con el fin de adquirir nuestro conocido «Quiosco de Teo». Una vez formalizada la entrega y cesión, pasará a formar parte de las piezas expuestas en dicho museo.
Nos congratulamos desde aquí por el destino final del quiosco. De esta forma, muchos nostálgicos podremos girar alguna que otra visita para rememorar los años de nuestra infancia.
Vaya desde aquí nuestra felicitación a las autoridades por tan loable iniciativa en pro de la conservación de nuestro patrimonio cultural.
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El Quiosco de Teo 26 dic 2009 20:17 Placido Guardiola

«Recuerdos en mi memoria»

Alguna vez, en alguna parte, leí una vez que al final de nuestras vidas lo único que nos queda son los recuerdos de haber vivido. De ahí que la muerte en vida sea esa penosa enfermedad que nos los arrebata. Ignoro por qué razón, pero de un tiempo a esta parte me recreo demasiado en estas posesiones personales, hasta el punto que comienzo a creer que el presente me supera y trasciende sin dejar huellas nuevas y profundas en el alma.
Estas vísperas paseaba por nuestro Teatro Vico con unos amigos, cuando una amiga me preguntó si echaba algo en falta, sorprendido por su pregunta no supe que responder hata que ella me señaló un cuadrado de losas limpias en la baldosa, aquel que había ocupado desde su arreglo el «Quiosco de Teo».
Hasta ahora, aun a pesar que lleva tiempo cerrado, allí permanecía evidenciando su presencia. Fue en ese momento, cuando un río inmenso de recuerdos atravesó impetuoso mi memoria. Durante estos días he vuelto a su cauce, a sus saltos, he navegado por sus remansos preguntándome mil historias, pequeñas anécdotas, recreándome en sus aguas que ahora me perecen cristalinas y doradas bajo la luz de una tarde otoñal.
Con el Quiosco de Teo se fueron mis diez reales de paga semanal; dos pesetas para el gallinero del teatro, tres perras gordas para el enorme cartucho de pipas que en papel de estraza me daba Juana, las dos restantes, en puromoro.
Con él se fueron las trepidantes sesiones dobles de pataleo en aquellas tablas del teatro, cuando finalmente el artista venía a rescatar a la chica. Con él las ilusiones infantiles de una tarde de Domingo.
También se han ido los chascarrillos compartidos años después con Teo en las mañanas dominicales, mientras este introducía en la bolsa el dominical con algún que otro fascículo coleccionable. Con él se fue mi asombro por la memoria de su dueño, al que desde mediados de los ochenta venía recomendándole la compra de un ordenador. Teo respondía: ¿Para qué, se me ha olvidado acaso lo tuyo?.
Con él se marcharon igualmente las interminables compras del nutrido surtido de gomilonas, barras de regaliz, chicles, chupa-chups y otras cuantas chucherías que llenaban la bolsa con sus mil colores para deleite de la chiquillería más reciente
Desaparecieron los encuentros fortuitos en la cola del quiosco con el amigo, el vecino o conocido. Ya no hay charla improvisada sobre lo divino y humano, ni siquiera sobre lo bueno que era el difunto de la tarja que pendía en uno de los laterales de la caseta.
Pienso ahora que esas eran las noticias que allí buscábamos, esas las que nos importaban y no las que aparecían en la mancha del papel prensa a grandes titulares.
Desapareció el Quiosco de Teo, sí; pero vive en el remanso tranquilo que forman los recuerdos de nuestras vidas. Eso, aunque sepamos que el agua pasada ya no mueve molinos.
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