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Los mejor preparados de la historia 29 oct 2013 18:59 Placido Guardiola

«Sobradamente titulados»


En ocasiones de tanto repetir los tópicos terminamos todos por creérnoslos, sin que bajo ellos descanse un ápice de verdad o que su expresión diste mucho de corresponder a la auténtica realidad de las cosas. Creo que en nuestro país somos especialmente diestros en generar estos tópicos que, rápidamente, se extienden y en los que finalmente terminamos creyendo a pies juntillas.
Hoy me gustaría reflexionar sobre uno de ellos; el que se refiere a nuestros jóvenes, de quienes decimos son los mejor preparados de la historia. Decimos esa afirmación convencidos que nunca antes hubo otra generación de jóvenes más capacitados que ésta para afrontar los retos del futuro. Estamos tan convencidos de ello que nadie lo pone en duda y se repite como cantinela y lamento cuando vemos en la actual crisis que, lamentablemente, están abocados al paro o a la emigración.
No cabe duda que esta generación de jóvenes tiene más títulos que cualquier otra que le haya precedido, tampoco se puede negar que son quienes más años de escolarización y créditos educativos han consumido; pero de ahí a afirmar que son los más preparados hay un largo trecho.
Estar preparados sería estar capacitado para afrontar los retos venideros y estos jóvenes están de todo menos preparados para hacer frente a un mundo globalizado donde la competitividad, es más acusada que nunca. Donde los mercados dejan fuera aquellos productos y procesos que no tienen el nivel adecuado de excelencia, en los que se busca la diferencia que los distingue del resto y en los que la mediocridad está destinada al fracaso.
Pues bien, si nuestros jóvenes deben lograr el éxito en ese mercado globalizado que les aguarda, hay que decir que ellos seguramente son la generación peor preparada y menos capacitada de nuestra historia. Sus padres tenían menos títulos, habían cursado créditos educativos, pero estaban educados en el trabajo y esfuerzo, que les fueron suficientes para hacer frente a los retos que tuvieron que afrontar. En cambio los jóvenes de ahora los hemos educado en la complacencia y el consentimiento, en el todo vale, sirve y va para adelante. Nuestro sistema educativo, tras la no discriminación, la no competitividad, ha terminado por ahogar la excelencia, obviar lo bueno y convertir al grupo en una homogénea mediocridad. Hemos protegido a estos jóvenes en el seno de las familias convirtiéndolos en los reyes del hogar, sin desarrollar en ellos el sentido de la responsabilidad, obligaciones para con el hogar familiar... todo en aras a que se centraran en sus estudios. Mientras tanto, la escuela e institutos los refugiaban en el seno de la homogeneidad del grupo todo él bajo una urna de cristal que nada tiene que ver con el mundo exterior donde se exige competitividad, excelencia, valía personal y rendimiento.
Si preparar es capacitar a las personas para hacer frente a las demandas del entorno, cabe preguntarse: ¿Son de verdad estos jóvenes los más preparados de nuestra historia? Digo bien, preparados, pues titulados si están. Ocurre que sólo con el título no basta.
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Haciendo inútiles 12 oct 2011 10:12 JUMILLA-BLOG

Ya escribí hace tiempo sobre el particular. Estamos haciendo a los individuos inútiles. Cada vez les “protegemos” más, con lo que llegan a los 30 años y no saben ni resolverse la comida del mediodía, si no es con un “psicólogo de urgencia”.
La última, una directiva de la Unión Europea sobre seguridad en los juguetes: silbatos, matasuegras y juegos de pesca son peligrosos porque tienen piezas pequeñas que pueden tragarse. El matasuegras es peligroso para menores de 14 años y su prospecto debe advertir de lo letal, del juguete “follonero”.
Por otra parte, los ositos de peluche deben mantener una higiene adecuada: se tienen que poder lavar (hay grandes epidemias propagadas por los ositos de peluche) y si tienen musiquilla o “hablan”, ojo con los decibelios que pueden emitir, porque también se controlará el nivel de ruido.
Miles de niños muriéndose de hambre, fuera de Europa, y dentro pasándolo muy mal, pero su oso de peluche que esté bien enjabonado, ni moleste a la Barby. La educación y la sanidad que se la paguen, pero ojo con dejar su perra vida porque se ha tragado una tuerca de plástico. Debe mantenerse vivo, aquí en Europa, para seguir entonando aquello de “sufre, mamón”.
Cada vez estoy más convencido, de que se pretende un tipo de ciudadano cuanto más inútil y desvalido mejor, cuanto más ignorante, cuanto más sumiso al poder del que lo tiene en realidad, … cuanto más a expensas de … ¡Es que tienen que aprender a ser agradecidos! No digo que no, pero no como único principio de vida. Pero una cosa más, hasta los regímenes más autoritarios se dan cuenta que cuando los inútiles superan a los “espabilaos”, todos pierden (y generalmente pierde más el que más tiene).
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La Artesa VI 7 dic 2010 14:05 JUMILLA-BLOG

«Amasando inútiles»

Se están amasando generaciones de inútiles. Los niños de hoy, serán eternos adolescentes mañana.
Amasa un inútil, la madre que le lleva la cartera al zagal cuando va al colegio. Lo amasa también, cuando el nene no hace los deberes excepto que estés al lado empujándole y dirigiéndole. Se amasan inútiles cuando se les desmenuza hasta el último detalle de aquello que entra en el examen, el cómo se le va a preguntar y, además, se le ofrece otra oportunidad porque ese día tuvo que ir a probarse el traje de la comunión o, incluso, viene la madre a decirle al profesor que estuvieron los dos buscando el libro toda la tarde, y no saben dónde ésta.
Se amasan inútiles cuando, lo que dice zagal, tiene más credibilidad, para los padres, que lo que le cuenta el profesor.
Ya se va echando harina a la artesa cuando, con sólo cuatro años, la madre le dice a la maestra que no puede con él, o con ella.
Amasamos inútiles, cuando sólo les permitimos trabajar o asumir responsabilidades, después de estar tres o cuatro años aburridos y matando el tiempo en cosas que no les interesan.
Estamos amasando generaciones de inútiles e incapaces a los que, con toda lógica, no podremos pedirles que nos mantengan mañana y se ocupen de nosotros, cuando seamos viejecitos, entre otras cosas, porque ni ellos mismos habrán aprendido todavía a cuidarse por sí solos.
Estamos amasando muchos de los inútiles políticos, maestros, médicos, policías, fontaneros, conductores, cocineros o agricultores del mañana. Y no debemos echarle la culpa a la política, o a la enseñanza, o a la medicina, a la seguridad ciudadana, a la fontanería, o a la carretera. Tenemos que mirarnos ya, ahora mismo, a nosotros mismos, como políticos, como padres, como maestros, médicos, o policías.
A tiempo estamos, de lo contrario, nos encontraremos mañana con el “pan incomestible” que ahora estamos amasando.
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El frío polar que nos invade 2 dic 2010 08:04 Placido Guardiola

«El desierto glaciar de nuestra crisis»

Vienen informando en los “partes” televisivos sobre el tiempo que una ola polar atraviesa la península sin que ninguna región o provincia quede a salvo de la misma. Así, se vienen sucediendo las diversas alertas naranjas y amarillas que hoy afectan al levante o ayer al centro peninsular. La sensación térmica producida por las bajas temperaturas y el viento, hace que si alguien no vio ninguno de los “partes”, todos y cada uno nos hayamos percatado del fenómeno invernal.
Sin embargo, para ola de frío polar, la que tenemos encima a causa de esos casi cinco millones de españoles que no tienen trabajo.
Para frío, el que da cuando constatas que día a día nuestro país pierde credibilidad en los llamados mercados financieros y, por tanto, nuestra deuda se sube a las nubes. Esto si que cala hasta los huesos, pues esa deuda sabes la tenemos que pagar a tocateja los de siempre, es decir Ud. y yo mismo.
Para hielo el que se produce en el corazón cuando ves a más de un tercio de los jóvenes que no encuentra trabajo y probablemente no lo hará nunca, pues carece de formación y especialización profesional específica. Por si esto todavía no te heló el alma, ves a un gobierno a remolque, intentando minimizar o negar la mayor. Mientras la oposición está a “verlas venir”. Es entonces cuando te sientes morir de frío, abandonado y condenado a morir congelado de forma finisecular en el más estéril e inhóspito desierto glaciar.
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La generación del desencanto 25 nov 2010 05:30 Placido Guardiola

«Cuando se renunciar al esfuerzo de cambiar el mundo »

“El Mundo”
publicó ayer un artículo bajo el título
«Los jóvenes españoles esperan un futuro peor que la vida de sus padres»
. El texto en cuestión está inspirado en el informe que los sociólogos Juan María González-Anleo, José Antonio López, Maite Valls, Luis Ayuso y Gonzalo González acaban de publicar en la Fundación Santamaría bajo el título “Jóvenes españoles 2010”.
Es la primera vez que una generación de jóvenes cree que el futuro que les aguarda será peor que el que encontraron sus padres, esto jamás se había dado en la historia social hasta ahora. Ignoro si en realidad ocurrirá así y, efectivamente, su vida trascurrirá en peores condiciones que las que tuvieron sus progenitores; pero eso lo ignora todo el mundo. Nadie puede aventurar cómo serán las condiciones del mañana. Sin embargo, el hecho de que ellos mismos no tengan fe en su destino, bien pudiera convertirse en una auto profecía que se cumpliera.
Hasta hoy ser joven significaba enfrentarse al reto de construir un mundo diferente, distinto y mejor del que heredaba de sus mayores. Ser joven llevaba el anhelo de cambiarlo todo porque no te gustaba lo que te ofrecían. Ser joven era querer salir al mundo, emanciparse de sus padres y emprender la aventura de vivirlo. En cambio estos jóvenes viven a la sopa gansa en casa de sus padres y se resisten a abandonarla (el 77,7% de los 35.000 entrevistados vive todavía con sus padres, en la UE esta cifra está en el 52,9%.)
Seguramente somos culpables sus padres y abuelos quienes les hemos rodeado de una infancia llena de regalos, fiestas y sin necesidades y obligaciones. Una infancia donde la responsabilidad, el esfuerzo y la disciplina han brillado por su ausencia. Una infancia donde padres y abuelos fuimos condescendientes y practicamos aquello de: «Que no pase por lo que yo pasé». Ahora está claro, ellos creen que la vida de sus mayores ha sido de rosas y que como en casa, no nos engañemos, en ninguna parte ¿Para qué abandonar el placido nido de sus padres?
Alguien debía decirles a estos jóvenes que el mundo en el que vivirán lo deben construir ellos mismos, que tienen el deber de cambiarlo y transformarlo. Que desde luego, sí siguen pensando así, vivirán peor que sus padres, amen de que condenarán a estos a la más miserable vejez que hayamos conocido jamás.
¡Leche jóvenes, salir al mundo y coméroslo, que es vuestro! Pues eso es lo que hicieron todos los jóvenes que os precedieron y es vuestra obligación moral y humana. Para eso estaís aquí.
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LOS ÚLTIMOS 10 sept 2009 00:19 Bartolomé Medina

Vivimos tiempos de postrimerías, tiempos de generaciones echadas a perder, sin fruto, como la recientemente bautizada generación ni-ni; que suena a nihilismo refrito. Nuestro país tiene una largísima tradición en generaciones huecas; basta con leer el Lazarillo de Tormes ver lo que desfila por sus páginas. Lo que pasa es que de eso hace quinientos años. Por eso hoy quiero hablar no de lo que viene, que bien descrito está por Plácido, sino de lo que se fue; de los últimos.
Hace mes y medio nos dejó el que ha sido calificado como "el último libertario", Pedro Luis Díaz Cerezo. Todos los jumillanos con algo de vida a cuestas saben de quién hablo, pero no lo traigo a estas páginas para glosar su biografía: sus años antes de la guerra en la Barcelona revolucionaria, sus experiencias en el frente, sus diez años de cárcel o su vida de sindicalista de la CNT en medio de la España franquista. Lo recuerdo porque es un último; podría haber sido y hecho cualquier otra cosa y lo que lo definió seguiría incólume: su rectitud, su dignidad. Perteneció a esa clase de hombres que, como García Rúa o García Calvo, son admirados incluso por quienes sostienen ideas y posturas radicalmente diferentes. El modo de vida de Pedro Luis ya no se lleva, diría que ya no existe, en un mundo sin ideas y donde el relativismo ético es moneda de cambio, pero eso no quiere decir que su estatura moral no pueda ser ejemplo para el porvenir. Entre tanto, nos quedamos con lo que nos dejó, sus escritos, siempre lúcidos, sus poemas o, por citar algo concreto, ese bosquecillo de olmos y pinos que crece a la vera del Charco del Zorro, levantado por él con el único interés de que quedara un pequeño espacio verde para las gentes venideras.
El otro último del que hablaré hoy es mucho menos conocido que Pedro Luis, y sin embargo se ha quedado en nuestro lenguaje como si supiéramos todo de su vida y milagros. Yo lo llamo "el último quinqui" y tengo muy fresca la imagen de su figura en la retina, aunque hace varios años que murio. Recuerdo la "tarja" pegada en un escaparate; José, no recuerdo los apellidos, de mote "Pancholi". El alias ha sido utilizado profusamente en Jumilla para describir a un pobre de solemnidad, a alquien que nada tiene. Incluso aquí, en El Rendrijero, evocó Legolas su nombre para evidenciar que sería capaz de votar a una lista encabezada por "Pepito Pancholi"; si quieren que les diga la verdad, viendo lo que nos rodea, creo que yo también. Pero "Pancholi" no es especial por eso, de hecho, el payaso Coluche estuvo a punto de ganar unas eleciones en Francia hasta que los políticos "oficiales" lo amenazaron incluso de muerte y se tuvo que retirar. Miserias de la democracia. No. "Pancholi" no es grande por cosas así, "Pancholi" es grande porque hasta el final de su vida fue fiel a sí mismo, no quiso más de lo que necesitaba para subsistir, no gustó de aparentar y, al después de todo, creo que a su manera fue más feliz que todos nosotros. Lo recuerdo sentado junto a su casa de madera, la única chabola auténtica que he visto en Jumilla, instalada en los solares del antiguo campo de futbol que hoy es el Centro de Formacion y Experiencias Agrarias. Llenó nuestra infancia de pequeñas alegrías: rosas de los vientos de papel charol, trompetas de plástico, globos llenos de gas y dudosas esperanzas. Su exiguo puesto iba de Semana Santa a Feria y de Feria a Semana Santa. Un vendedor de Nintendo's de hace cuarenta años. Era un quinqui, un quinqui que tenía algo de asceta, de anacoreta y que nunca pidió o ambicionó lo que no era suyo.Lo recuerdo también en sus últimos años, vestido con un traje de chaqueta blanco, impecable y resplandeciente, como un pakistaní de los suburbios de Londres (y, por cierto, la palabra Pancholi no sólo es un diminutivo español de Francisco sino también un apellido de la India). Seco, oscuro, con su bigote blanco, siempre fue serio, callado y adusto. Mi último recuerdo de él, un año antes de su muerte, es extraño; vestido con su traje blanco entró en una tienda de informática y preguntó por un teléfono móvil a la dependienta. Siempre me he preguntado, yo que de nada lo conocía, a quién diablos podría llamar "Pancholi" con aquél móvil.
Os dejo con otro recuerdo, muy confuso, muy antiguo. Me compró mi abuela un globo, un globo de gas blanco salpicado de colores más bien desvahídos. Tras pagarle a "Pancholi", me lo puso en la mano, que por falta de atención dejó que se escapara casi en el acto. Yo veía el globo subir y subir, alejarse, hacerse más pequeño, y las lágrimas erán más abundantes a medida que el globo desaparecía. Miré instintivamente al puesto y a "Pancholi". "Pancholi", que miraba el globo, bajó la vista y me miró a su vez. Con la lentitud de los santos, agarró otro globo y me lo puso en la mano. Y mi abuela y yo nos alejamos felices con el globo nuevo de "Pancholi".
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