«Sobradamente titulados»
En ocasiones de tanto repetir los tópicos terminamos todos por creérnoslos, sin que bajo ellos descanse un ápice de verdad o que su expresión diste mucho de corresponder a la auténtica realidad de las cosas. Creo que en nuestro país somos especialmente diestros en generar estos tópicos que, rápidamente, se extienden y en los que finalmente terminamos creyendo a pies juntillas.
Hoy me gustaría reflexionar sobre uno de ellos; el que se refiere a nuestros jóvenes, de quienes decimos son los mejor preparados de la historia. Decimos esa afirmación convencidos que nunca antes hubo otra generación de jóvenes más capacitados que ésta para afrontar los retos del futuro. Estamos tan convencidos de ello que nadie lo pone en duda y se repite como cantinela y lamento cuando vemos en la actual crisis que, lamentablemente, están abocados al paro o a la emigración.
No cabe duda que esta generación de jóvenes tiene más títulos que cualquier otra que le haya precedido, tampoco se puede negar que son quienes más años de escolarización y créditos educativos han consumido; pero de ahí a afirmar que son los más preparados hay un largo trecho.
Estar preparados sería estar capacitado para afrontar los retos venideros y estos jóvenes están de todo menos preparados para hacer frente a un mundo globalizado donde la competitividad, es más acusada que nunca. Donde los mercados dejan fuera aquellos productos y procesos que no tienen el nivel adecuado de excelencia, en los que se busca la diferencia que los distingue del resto y en los que la mediocridad está destinada al fracaso.
Pues bien, si nuestros jóvenes deben lograr el éxito en ese mercado globalizado que les aguarda, hay que decir que ellos seguramente son la generación peor preparada y menos capacitada de nuestra historia. Sus padres tenían menos títulos, habían cursado créditos educativos, pero estaban educados en el trabajo y esfuerzo, que les fueron suficientes para hacer frente a los retos que tuvieron que afrontar. En cambio los jóvenes de ahora los hemos educado en la complacencia y el consentimiento, en el todo vale, sirve y va para adelante. Nuestro sistema educativo, tras la no discriminación, la no competitividad, ha terminado por ahogar la excelencia, obviar lo bueno y convertir al grupo en una homogénea mediocridad. Hemos protegido a estos jóvenes en el seno de las familias convirtiéndolos en los reyes del hogar, sin desarrollar en ellos el sentido de la responsabilidad, obligaciones para con el hogar familiar... todo en aras a que se centraran en sus estudios. Mientras tanto, la escuela e institutos los refugiaban en el seno de la homogeneidad del grupo todo él bajo una urna de cristal que nada tiene que ver con el mundo exterior donde se exige competitividad, excelencia, valía personal y rendimiento.
Si preparar es capacitar a las personas para hacer frente a las demandas del entorno, cabe preguntarse: ¿Son de verdad estos jóvenes los más preparados de nuestra historia? Digo bien, preparados, pues titulados si están. Ocurre que sólo con el título no basta.
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En ocasiones de tanto repetir los tópicos terminamos todos por creérnoslos, sin que bajo ellos descanse un ápice de verdad o que su expresión diste mucho de corresponder a la auténtica realidad de las cosas. Creo que en nuestro país somos especialmente diestros en generar estos tópicos que, rápidamente, se extienden y en los que finalmente terminamos creyendo a pies juntillas.
Hoy me gustaría reflexionar sobre uno de ellos; el que se refiere a nuestros jóvenes, de quienes decimos son los mejor preparados de la historia. Decimos esa afirmación convencidos que nunca antes hubo otra generación de jóvenes más capacitados que ésta para afrontar los retos del futuro. Estamos tan convencidos de ello que nadie lo pone en duda y se repite como cantinela y lamento cuando vemos en la actual crisis que, lamentablemente, están abocados al paro o a la emigración.
No cabe duda que esta generación de jóvenes tiene más títulos que cualquier otra que le haya precedido, tampoco se puede negar que son quienes más años de escolarización y créditos educativos han consumido; pero de ahí a afirmar que son los más preparados hay un largo trecho.
Estar preparados sería estar capacitado para afrontar los retos venideros y estos jóvenes están de todo menos preparados para hacer frente a un mundo globalizado donde la competitividad, es más acusada que nunca. Donde los mercados dejan fuera aquellos productos y procesos que no tienen el nivel adecuado de excelencia, en los que se busca la diferencia que los distingue del resto y en los que la mediocridad está destinada al fracaso.
Pues bien, si nuestros jóvenes deben lograr el éxito en ese mercado globalizado que les aguarda, hay que decir que ellos seguramente son la generación peor preparada y menos capacitada de nuestra historia. Sus padres tenían menos títulos, habían cursado créditos educativos, pero estaban educados en el trabajo y esfuerzo, que les fueron suficientes para hacer frente a los retos que tuvieron que afrontar. En cambio los jóvenes de ahora los hemos educado en la complacencia y el consentimiento, en el todo vale, sirve y va para adelante. Nuestro sistema educativo, tras la no discriminación, la no competitividad, ha terminado por ahogar la excelencia, obviar lo bueno y convertir al grupo en una homogénea mediocridad. Hemos protegido a estos jóvenes en el seno de las familias convirtiéndolos en los reyes del hogar, sin desarrollar en ellos el sentido de la responsabilidad, obligaciones para con el hogar familiar... todo en aras a que se centraran en sus estudios. Mientras tanto, la escuela e institutos los refugiaban en el seno de la homogeneidad del grupo todo él bajo una urna de cristal que nada tiene que ver con el mundo exterior donde se exige competitividad, excelencia, valía personal y rendimiento.
Si preparar es capacitar a las personas para hacer frente a las demandas del entorno, cabe preguntarse: ¿Son de verdad estos jóvenes los más preparados de nuestra historia? Digo bien, preparados, pues titulados si están. Ocurre que sólo con el título no basta.