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La vara de mando 15 jun 2015 20:20 Placido Guardiola

Cuando se rompe la representación simbólica «¿Quién ostentó la Vara de mando?»
Castillo de Jumilla al atardecer


Desde la prehistoria y, tras ella, en todas las civilizaciones su cultura ha venido simbolizando el poder en el bastón de mando o cetro. Un hueso, una vara decorada con diversos motivos constituía la representación simbólica mediante la que se atribuía al portador de la misma el rango y poder que ostentaba.
De ahí, que el símbolo del poder de faraones, monarcas, generales, obispos, jueces, etc. se haya venido representando mediante un bastón de mando o cetro. En el caso de los alcaldes españoles el origen es idéntico al que acabamos de describir; sin embargo, algunos matices en su evolución histórica justifican el que ahora se hable también para referirse al poder municipal de «Vara de mando» por «Bastón de mando».
Ambas expresiones las verán escritas si consultan hoy la prensa en noticias referidas a la transferencia de mandato de los gobiernos municipales del pasado sábado. De ésta forma, el diario La Verdad daba la noticia del cambio en la unión así: "Julio García Cegarra recibe con lágrimas de emoción la vara de mando"; mientras que para describir a nivel nacional idénticos actos titulaba: "La izquierda toma el bastón de mando de las principales ciudades"
«La «Vara de alcalde» constituía, además del símbolo de su poder, el patrón de medida de las tierras del que se servia el Alcalde para dirimir entuertos...»
La explicación del uso indistinto de sendas expresiones, ambas con el mismo significado “Representación simbólica del poder que ostenta la persona que lo lleva”, procede de nuestra edad media, donde los alcaldes que bajo el domino musulmán se denominaban Al Kadi (palabra de origen árabe que significa juez), tenían entre sus funciones la de ejercer de jueces en sus municipios, donde el eminente carácter agrícola de aquellas sociedadesse generaban numerosas disputas por el deslinde y límite de las tierras. La «Vara de alcalde» constituía, además del símbolo de su poder, el patrón de medida de las tierras del que se servia el Alcalde para dirimir entuertos. De ahí que, si al poder municipal nos referimos, es más correcto hacerlo con la expresión «Vara de mando».

Desde hace miles de años nadie ha cogido a accedido al poder sin una ceremonia donde se plasmase la entrega de este símbolo, fuera la coronación de un rey, el acto de proclamación de un obispo o la toma de posesión de un alcalde. Incluso en aquellos casos que el poder se alcanza con el uso de la fuerza el vencido hacia entrega de los atributos correspondientes al cargo que perdía.
«En nuestra moderna democracia, lo normal, es que sea el alcalde saliente quien haga entrega de la Vara de mando»
En nuestra moderna democracia, lo normal, es que sea el alcalde saliente quien haga entrega de la Vara de mando (bastón si lo prefieren) al entrante. Digo lo normal, porque lo que ha ocurrido en nuestro pueblo en el último mandato ha sido de todo menos eso.
Se inicio el pasado mandato con una toma de posesión del que hasta el pasado sábado fue nuestro alcalde, negándose este a recibir la vara de mando municipal del que fuera alcalde antecesor, el S. d. Francisco Abellán. Terminando su mandato como lo comenzó eludiendo su deber de entregar dicho atributo a la Alcaldesa que le sucede la Sra. Dª Juana Guardiola. En otras palabras, hemos tenido un mandato en blanco, al menos simbólicamente, donde la vara de mando nunca fue del anterior alcalde, a pesar de que desfilase con ella en la noche de Viernes Santo, pues ni la recibió de quien la ostentaba legítimamente, ni la entregó a quien corresponde ahora llevar. En definitiva, un limbo simbólico que terminará siendo también significativo para los curiosos de la historia local.Perderás los cambios que no hayas guardado.
La pregunta que a estas alturas cabe hacerse es donde residió el poder de Jumilla en estos años de vacío simbólico y de quién recibe ahora nuestra alcaldesa esos atributos.

Abril de 2011

La respuesta para mi es clara, nunca existió ese hueco en el traspaso simbólico del poder en Jumilla, pues si lo recuerdan el anterior Alcalde D. Francisco Abellán, entregó la Vara de mando al alcalde más indiscutible de todos los jumillanos ( ver la entrada de esta noticia en abril 2011), me refiero a nuestro Cristo que es alcalde honorario perpetuo de Jumilla. La respuesta es obvia entonces, no ha existido hueco y nuestra actual alcaldesa de recibir de alguien el Vara de mando con todos los honores reconocidos, lo ha hecho de Él.
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La puta mili 6 may 2010 07:55 Placido Guardiola

« ¿Ahora quién o no hace falta?»

Cuando en una de esas conmensurables madrugas a mi amigo Andrés le dio por pensar en la MMM (Mili Mixta y Moderna), su mente como siempre, no iba desencaminada. Claro, que el lector se puede quedar en el cascarón del artículo y con el viejo recuerdo de aquel tópico y fea expresión que pongo por título.
En el fondo Andrés no quiere ver la imagen de aquellos soldaditos rurales a los que venía grande el uniforme mientras pretendían en los parques a las jóvenes sirvientas de la capital. Tampoco de aquellos de las últimas hornadas, se pasaban durante la semana los días holgazaneando en los cuarteles, mientras fumaban y bebían lo que no estaba escrito en espera de licenciarse pronto. En el fondo no hablaba de eso, tampoco del servicio de armas, ni de la defensa nacional. No señor, su reflexión iba lisa y sencillamente, a algo que además de todo lo malo que podamos ver en aquella vetusta mili, tenía de positivo.
¿Qué tenía de positivo aquella mili? Tenía en muchos casos la experiencia de aprender a obedecer, a disciplinarse en la vida, a aceptar las normas, a conocer la solidaridad, a reconocer la autoridad, la ayuda y solidaridad del camarada, a sentirse parte de un colectivo llamado nación o España y, a veces, hasta de aprender aquello que no se había querido aprender de niño y joven, fuera un oficio o simplemente leer y escribir.
Esta parte segunda o positiva de la mili nadie la niega, pero los más sesudos y progresistas argumentan que esos valores los debe enseñar la escuela y los padres. Estoy de acuerdo con ellos ¿Pero qué ocurre si como estamos viendo ellos no lo hacen?. Alguien se ha parado a pensar si en el poco respeto a lo común de todos, la escasa disciplina que tenemos, el poco esfuerzo que estamos dispuestos a soportar y el escaso respeto que tenemos a casi todo no tendrá algo que ver con la supresión de la mili.
Ya se que eso que se llama principio de autoridad y respeto a los mayores, a los superiores (moralmente o por jerarquía), se perdió en las escuelas, también en seno de las familias, y en la calle. ¿Acaso eso no es un valor que debamos rescatar?
Si la respuesta es afirmativa, quién debe enseñarlo y dónde, porque para enseñar eso, el principio de autoridad debe existir, sea moral, jerárquica o carismática. ¿Existe hoy acaso en algún contexto social ?
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Padres maltratados 23 sept 2009 08:46 Placido Guardiola

«El síndrome hijo puta»

No puede ser, si hace unos días debatíamos sobre el reconocimiento jurídico de autoridad a los profesores, ahora resulta que vamos a tener que dárselo también a los padres. La Fiscalía General del Estado ya había constatado que la denuncia por maltrato a sus progenitores se había multiplicado por seis entre 2000 y 2006, ahora confirma que el número de denuncias continúa aumentando. Estas cifras, aunque no cuantiosas (en 2006 se presentaron 6000), son un toque de atención social y síntoma alarmante de lo que comienza a ocurrir, sobre todo, si tenemos en cuenta que cuando un padre llega a presentar la denuncia en el juzgado es porque la situación es insostenible. Muchos expertos aseguran que sólo se llega a denunciar un 10% de los casos, mientras que el resto lo sufre o padece en silencio en sus casas
Los psicólogos, muy finos ellos, bautizaron los casos de niños y jóvenes que suelen revelarse contra sus progenitores como: «Síndrome del emperador». Los sociólogos, elegantes ellos también, al hablar de estos hechos califican esos hogares bajo la denominación de: «Clima de violencia familiar», si no recuerdo mal antes, a estos casos, les llamábamos simplemente «Hijo putas». ¡Pero, claro! ahora, en este clima blandiblu de buenismo reinante, nos hemos vuelto todos muy correctos, permisivos y dialogantes. ¿A ver si resulta que el problema de los alumnos en las aulas, el gamberrismo en las calles, el botellón desmadrado en batalla campal y los padres vejados tienen el mismo origen?
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