Serian las seis de la tarde del Viernes cuando llegamos a Baena, nada más abrir la puerta del coche el sonido a tambores nos envolvió y no cejaría de sonar en nuestros oídos hasta las nueve de la mañana del Domingo siguiente, de nuevo montados en el coche para regresar a Jumilla. Durante todo ese tiempo, ni por un pequeño instante, dejamos de oír el redoblar de los palillos sobre la piel de algún tambor.
La prensa regional hablaba de la presencia de seis mil tambores, otros hablaron de más de diez mil, no los conté pero puedo asegurarles que en Baena este fin de semana habían tambores miles de tambores que no dejaron de sonar mientras estuve allí.
Solo de Jumilla habrían entorno a 150 tambores y su sede era un continuo ir i venir de gentes que se acercaban a saludar, coger información (entre ellas programas de nuestra Semana Santa) y alguna que otra vianda que siempre andaba sobre las mesas. El local estaba decorado con los carteles de la tamborada 2016 y el oficial de nuestra Semana Santa con la Virgen de las Angustias. En su fachada bajo el anagrama de la Asociación de Tambores Cristo de la Sangre, se podía leer: «Pasión por el tambor pasión por nuestra Semana Santa». Digno de elogio y la difusión que la Asociación de Tambores hizo de nuestra Semana Santa en Baena.
Las calles de Baena se bañaron y fundieron con los veintidós redobles diferentes de tambor de las localidades pertenecientes al Consorcio Nacional del Tambor y el Bombo, con el hermanamiento de sus gentes y con los colores de sus atuendos donde destacaban especialmente los de nuestros paisanos los moratalleros.
La noche del viernes termino como había comenzado la tarde del viernes, contoques y más toques de tambor que salían de cualquier bocacalle ahora fuera una cuadrilla de Mula, otra de judíos " coli blancos" o un grupo de pendencieros levantinos fueran estos de Tobarra, Hellin o Alcora.
Encaminaba mis pasos a la Plaza del Palacio en el Castillo de Baena donde había de celebrarse el acto de exaltación con una muestra de toques de las localidades participantes, cundo tropecé con los amigos de Calanda que se preparaban en una calle de acceso para "ensayar" según me dijeron. Como si los calandinos necesitasen ensayar ese toque tan característico que, por llevar, llevan en el ADN de su sangre y de su alma, pues con ella tocan, con ella además de con el corazón calandino que les mantiene vivos.
Sea como fuere, su ensayo me permitió volver a gozar de su toque y vibrar al al ritmo que imponían a sus bombos y tambores siempre orquestados por Juan que con el toque de su bombo coordinaba el ritmo del toque.
Cuando veo tocar a Juan su bombo no puedo evitar la enorme impresión que me produjo aquel hombre de compresión más bien menuda menudo y frágil que me tropecé paseando por Calanda en el encuentro que allí tuvo lugar en 2014. Tanta que no pude evitar el comentarle chico así de paisano sin el capisario y el tambor me pareces poca cosa. Él lejos de enfadarse, me contesto con una sonrisa en los labios lo siguiente: "Verás cuando me pongo la túnica y cojo el tambor me transformo como Superman". Realmente cuando ves a los calandinos con su túnica puesta tocando el tambor a todos les pasa un poco como a Juan se crecen con el toque, te arrebatan y te hacen vibrar al unisonó con su toque.
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NOTA: De la actuación de nuestros tambores y su paso por Baena, hablaremos en próximas entregas
Cuánta fuerza, cuánta energía, cuánta ilusión derrochamos en transcendentes trivialidades.
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