Sin apenas unos días de crudo invierno, silente, sin avisar ha eclosionado en Jumilla la primavera. Una primavera exuberante y llena de color como siempre son las primaveras jumillanas en Semana Santa. Los frutales despliegan el colorido insultante de sus flores ante cielos de azul profundo que, apenas dejan caer unas gotas, intensifican los naranjas de nuestro suelo. las primaveras siempre se suceden así aquí bajo una explosión de color y contraste. Nunca es un proceso gradual que da paso poco a poco al olvido del invierno. Sólo el frío de alguna noche nos recuerda que apenas hace unos días dijimos adiós a la gélida estación.
Somos un pueblo de extremos tanto en lo climatológico como en lo cultural, nunca conocimos los términos medios ni los grises. En lo hidrológico o nos consumimos en la pertinaz sequía o nos ahogamos arrasados por la riada que no deja títere con cabeza. Lo mismo nos viene una pelana de aire arriba que deja tiesas las palabras que nos asfixia el estiaje de un riguroso sol. de ahí que ni por estas nos sorprende esta irrupción sin aviso de la primavera.
Por lo demás nuestro carácter parece también contagiarse de esos extremos que regulan y asolan nuestra vida en este desolado altiplano. Nos guste o no reconocerlo el alma jumillana tiene también esos rigores y extremos de los que goza nuestro clima. Cuando nos da por una cosa no tenemos altura, tampoco cuando se nos pone por denostar y olvidar otras.
Quizá todo esto forje nuestro peculiar carácter, explique esa forma tan narcisista de mirarnos el ombligo y de sentirnos tan orgulloso de eso que consideramos tan peculiar y tan nuestro.
En el fondo creo que por encima de las creencias religiosas a los jumillanos, en Semana Santa nos pasa como a nuestros campos, estallamos de júbilo como el paisaje estalla de color, nos salen los verdes vivos, los purpuras y rosados como a nuestros árboles mientras sus ramas se cubren con los pétalos de sus flores. El resto del año desaparecemos envueltos en los ocres casi grisáceos que nuestras tierras tienen bajo el tórrido verano.
Aquí es siempre estación seca y tórrida, apenas se distinguen los matices de color. Tampoco a los jumillanos se nos ve brillar el resto del año, es como si dormitásemos a la espera de la siguiente primavera, para volver a desplegar la carta de color de nuestro peculiar arco iris. Por eso creo que si la Semana Santa no existiera, nosotros la habríamos inventado.
Ya lo dije en otra ocasión, nuestro carácter es como el del caracol serrano, que por cierto, también aprovecha las gotas de estos días para salir y volver a salir quizá el año próximo por estas fechas y se presenta un día húmedo. El resto cauto y prevengo que decía un jumillano ilustre.
Viendo este espectáculo de luz de color, que ofrece la primavera, que se da en las calles de jumilla por estas fechas, no puedo sino pensar ¿que pena que se esconda el resto del año; pero en jumilla somos así... gentes de extremos.
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