Estamos realmente en la segunda transición a una verdadera democracia. Es muy probable que haya necesidad de pactar temas de gran calado en la nueva legislatura que ahora se inicia. Vamos a vivir otra etapa emocionante en tanto que, como en el periodo 1975-82, se respiraba en el ambiente la inseguridad, la inquietud por el camino hacia lo desconocido, por la confluencia de fuerzas que querían hacer descarrilar al tren, por el temor a que cualquier descerebrado lo echara todo a perder.
Yo, que viví aquella primera transición con todas esas sensaciones, emociones y temores en el cuerpo, siento ahora sensaciones y emociones parecidas. La diferencia es que he cambiado el temor por la confianza y la esperanza. Alguien puede llamarme ingenuo, pero estoy convencido que el escenario de 2016 no es el escenario de 1975. Aquel era tremendamente más peligroso, más difícil de cambiar, con unas reglas de juego menos democráticas y plurales, una España fuera de de los círculos económicos y de decisión europeos. Hoy tenemos una situación más ligada al destino de Europa, para bien y para mal. En todo caso menos dependiente de la veleidades de catalanes, vascos, andaluces o presidentes del gobierno de España poco lúcidos.
Por todo ello, insisto, soy optimista y tengo esperanza en que, aunque vayamos a ver nubarrones en el horizonte, y la cuerda se tense hasta que pueda parecer que se va a romper, al final se impondrá el sentido común, o nos impondrán el sentido común. Dicho esto, no olvidemos que cada cual debemos poner nuestro granito de arena, mantener la calma, y exigir a los gobernantes que ejerzan su papel, lleguen a acuerdos y tengan altura de miras. En otras palabras: se puede ser optimista, pero con el mazo dando, sin dejar de exigir sentido común y quien hacer a quien deba tomar las decisiones.
En otro orden de cosas, deseo decir que no soy partidario de confundir a la ciudadanía, pidiendo a los partidos políticos que pacten cualquier cosa, incluso en contra de sus fundamentos ideológicos. No nos llevaría a ningún lado. Sólo deben pactar lo que se relacione con el bien común, con las estructuras del Estado, las grandes leyes del estado del bienestar ciudadano, de la educación, de la sanidad, la seguridad y la política exterior. Y si en dos años, o antes, hay que volver a votar, pues se vota y nada más, sin rasgarse las vestiduras. Porque, entre otras cosas, la Administración, con mayúscula, funciona perfectamente mientras a los funcionarios se les deje funcionar, para eso, los políticos no hacen falta ninguna (más bien al contrario).
No deseo alargarme más, pues sólo deseaba trasladar un mensaje de confianza en el futuro inmediato, y compartir mi ilusión por el periodo apasionante que tenemos por delante. Estamos construyendo la España del siglo XXI, la democracia que queremos tener y las reglas de juego de un país diferente al que nos encontramos en 1975. Los que hemos podido vivir los dos periodos, en paz, somos unos privilegiados. Paisanos, no crucéis de brazos, participad.
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