Las últimas luces del atardecer iluminan rasantes los campos en los LLanos del Campillo, las briznas de la balbuceante y recién brotada siembra iluminan sus hojas, mostrando todos los brillos del contraluz en los primeros planos de la imagen. Luces del incipiente verde sólo rotas por la oscura y alargada sombra que, un pino solitario, deja sobre ellas.
Tras ellos, los tonos naranja rojizos que dan las tierras húmedas, rotos de vez en cuando por algún pino y los brillos verdosos de otras siembras. A lo lejos, cerrando el horizonte de este atardecer invernal, las Lomas del Tornajuelo.
Solo una imagen así en estos días fríos de febrero hace presagiar el preludio de una próxima primavera, el brotar de una nueva cosecha que a juzgar por ella se percibe esplendida y pletórica de vida.
Como todavía a nuestro invierno le quedan coletazos duros, quédense con esta imagen llena de esperanza primaveral.
Las mejores fotos de puesta de sol siempre las he hecho a finales de febrero. La luz es increible.
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