«Edificando nuestra personalidad»
Como humanos somos bastante necios, por lo general, defendemos nuestra individualidad con egoísmo feroz creyendo las más de las veces que vamos por el mundo como si fuéramos los reyes del mambo, cuando en realidad, vamos por el mundo de prestado.
Eso que llamamos y reconocemos como «Yo» aquello que identificamos como genuinamente nuestro y esencia de nuestra personalidad, de nosotros mismos; no es sino una construcción que hacemos a lo largo de nuestra existencia en referencia a los otros. En otras palabras, no somos sin ellos; pues ellos, los otros han sido los términos de referencia, los ladrillos con los que hemos construido ese andamiaje y conciencia que identificamos como nuestro yo más auténtico, genuino e intransferible.
Con Los otros hemos ido edificando nuestra personalidad, fueron nuestros padres y hermanos, nuestros amigos de infancia, nuestros profesores, nuestros vecinos y compañeros… todos ellos nos dieron por activa o pasiva los elementos que incorporamos como propios a nuestro carácter. El yo no existe sin los otros, incluso los que nos disgustaron, los que tomamos por repelentes y enemigos. La esencia humana es tan polivalente que es capaz de construir en base a lo que rechaza, convirtiéndolo en modelo a no seguir.abr />
La vida viene a constituirse en una especie de obra inacabada hasta el día en que la abandonamos, donde no hacemos sino incorporar elementos, edificando nuestro ser con ellos. Construimos por referencia, amor, admiración, repugnacia, odio... pero tomando como modelo a los otros, somos y existimos en relación a ellos.Sin embargo, a diario en nuestras vidas cotidianas, solemos olvidar con demasiada frecuencia: que no somos nadie sin ellos. Si lo prefieren, lo diré más técnicamente el ser humano o es social o no es nada, su vida sus obras (buenas o malas), carecen de sentido y significado si no las contemplamos en referencia a los otros.
De este modo, sin que nadie lo haga con tal fin o propósito, ya en el seno de nuestra familia desde la más tierna infancia vamos levantando eso que más tarde identificamos como propio. Si no tienes hermanos no tienes esos referentes y construirás de forma diferente a si los tienes, si eres el mayor a si por el contrario, eres el benjamín de la casa. Da igual, siempre aprendemos y modelamos nuestras conductas en función de lo que tenemos; pero siempre en relación a los otros. A veces hasta esos otros imaginarios e inexistentes, aunque jamás podremos hacerlo en referencia a nosotros mismos.
Continuamos después en nuestro grupo de amigos, en la escuela, en el trabajo; a donde quiera que vayamos, esa obra inconclusa nos acompaña de forma inexorable cada dia de nuestra existencia. Eso, aunque en la vida cotidiana no lo reconozcamos; pero nuestro éxito, fracaso y felicidad pasa necesaria y, obligatoriamente, por los otros.
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