«Al calor del verano que nunca hubo»
A medida que pasan los años tiene para mi más sentido el contenido de una opinión que escuché de dos personas mayores cuando yo apenas era un adolescente. Ambas hablaban sobre los estragos que sobre la vida diaria causaban las fiestas de aquella lejana feria, concluyendo su debate en que «La feria y las fiestas eran para los jóvenes».
Con el tiempo he llegado a la conclusión de que dichas fiestas tienen tres etapas en la vida de las personas; la primera, la de devoción donde eres joven y devoras, buscas y vives con intensidad y pasión todos sus actos. Tras esta etapa, viene la de obligación, uno es adulto, se ha casado y tiene el deber de sacar a la chiquillería a ver los chismes y trastos que en torno a ella se montan, eso, además de feriar a las criaturas. La tercera es la del trastorno porque las percibes como un acontecer que rompe la armonía y el descanso del que en estas fechas debieras de disfrutar.
En cualquier caso, hay una diferencia sustancial entre nuestra Feria y Fiestas actual y la de entonces; en aquellos años estas fiestas significaban el reencuentro de las familias, especialmente la de aquellos miembros que habían emigrado a Cataluña, pero también la de todos los jumillanos cuyas únicas vacaciones eran estos pocos días que dejaban de descanso las faenas agrícolas tradicionales. Hoy por el contrario, más bien ocurre al revés son cada vez más los que aprovechan esta pausa festera para desaparecer del mapa o perderse en algún chiringuito de playa. Claro está que eso no se debe al mérito o demérito de aquella o esta feria y fiestas, más bien tiene su explicación en el signo que imponen los modos de vida; los de entonces y los de ahora. En general, debo confesar que encuentro nuestras fiestas estresantes y demasiado cargadas de cosas; pero bueno, para gustos los colores.
Este año se habla de declararlas de Interés Turístico Nacional, de conseguirlo, nunca nuestras fiestas podrían soñar con llegar tan alto, ni el citado galardón tan bajo, pues entiendo que esa distinción se hace por el valor y la singularidad cultural, social o patrimonial que tiene una fiesta. Cabría preguntarse dónde esta el valor y singularidad de nuestra Feria y Fiestas, salvo que reconozcamos este batiburrillo de cosas como precisamente su valor y singularidad, mérito que, en ese caso, sin duda tienen. Sigo sin entender si se quiere distinguir a todo el conjunto o a un elemento de ellas; pero eso no lo han aclarado.
En cualquier caso, tampoco sería de extrañar que al paso y ligereza con la que se conceden todo tipo de galardones, incluido el de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, cualquier día nos las declaren. Es más, dada la escasez de recursos financieros con la que cuentan ahora nuestros políticos para sus prácticas populistas de agraciarse con el público, que mejor ocasión que conceder menciones a porrillo que salen gratis. Tampoco entiendo muy bien si ello aportaría algo a nuestras fiestas y economía local al ritmo y volumen con la que se declaran en la actualidad.
Aquí nos ha entrado la borrachera de lo políticamente correcto, que no es más que mirarse el ombligo hasta extasiarse en cualquier cosa que concite el gusto popular y, que duda cabe, de que a cualquiera le gusta algo de nuestra fiesta, sea el folklore, los caballos, los desfiles infantiles, las cabalgatas, el vino, los chiringuitos, los moros o los cristianos. Ebrios de este festín festero a nuestros responsables políticos se les llena la boca de alabanzas a los llamados “Colectivos Festeros”. Olvidan que son las personas singulares con nombres y apellidos quienes hacen las cosas en pro ya sea de las fiestas o de la sociedad. Todos conocemos algunas de estas, pero los colectivos, de hacer algo lo hacen por sus intereses o fines que son quienes dan sentido a su existencia y, si hablamos de fiestas, muchos de los llamados “Colectivos festeros” surgieron al calor y abrigo de la subvención. Por tanto, el reconocimiento de tenerlo alguien son esas personas singulares que dentro de ellos trabajan por aquello que les gusta e ilusiona. El colectivo, grupo, secta o como quiera que les lamemos, es eso, un grupo que vela por sus fines e intereses que le dan la razón de ser.
Espero que, como es habitual en nuestro pueblo, en pasando la feria refresque. De ese modo las mentes calenturientas cuya temperatura se ha elevado por los rigores de agosto, se enfriaran del citado calentón veraniego festivo y volverán a ver con claridad y normalidad lo que de verdad importa para nuestro futuro.
en nuestra era moderna, la feria tubo un principio prometedor como todos sabéis, luego llego ¨el bomba ¨ y ese fue el principio del fin. esa es toda nuestra historia de la feria y fiestas de JUMILLA.
ResponderEliminarLo siento, pero no entiendo lo que quieres decir, con eso de lo que todo sabemos,el bomba, el principio del fin, etc.
ResponderEliminarpues chico(a),si no lo entiendes, no pareces del pueblo
EliminarSegún el anterior comentario, parece que el lenguaje oscuro, para iniciados, es muy propio de Jumilla. Debe ser como la lengua propia de los nacionalistas.
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