«Lo ético y lo legal»
Acabo de leer la declaración hecha en la zona de tránsito del aeropuerto de Moscú, por el hombre que ha puesto al descubierto el mayor ataque de uno de los principios consagrados en la declaración de Derechos Humanos; Edward Snowden, quien ha denunciado la violación sistemática de nuestras comunicaciones y privacidad.
El texto que ha leído por Edward, no tiene desperdicio y conduce inevitablemente a plantearse sobre que debe prevalecer en la conducta humana; el imperio de la Ley o los dictámenes de la Ética y la Moral. Comienza su escrito explicando que, hace muy poco, él era un padre de familia que vivía en el paraíso del primer mundo en una cómoda situación de clase media estadounidense, tenía en sus manos el inmenso poder de escuchar y ver cualquier conversación, ficheros, datos de cualquiera de nosotros. Podía, por tanto, seguir disfrutando de su cómoda situación; sin embargo, ha preferido seguir los dictados de su conciencia. Hoy es un ciudadano prófugo en tierra de nadie esperando que alguien le garantice el traslado a alguno de los países latinoamericanos que le han ofrecido asilo político.
Reconoce en su escrito que en su trabajo violaba los derechos recogidos en las enmiendas cuarta y quinta de la Constitución de EE.UU y el artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Aun cuando ahora su Gobierno diga que hacer público esa práctica vulnere los secretos de Estado (ya salió la razón de Estado). Lo que hace el Gobierno Obama, es proclamar por «Razón de Estado» se puede vulnerar la propia Constitución a la que juró obediencia y cumplimiento, la Declaración de derechos Humanos y las normas internacionales más elementales de respeto a la soberanías nacionales (no debemos olvidar que también han entrado a saco espiando las cancillerías, servicios militares, etc. de países amigos y enemigos).
Cita Edward uno de los principios dictados en Nuremberg donde se juzgaba uno de los más horrendos crímenes contra la humanidad: «Los individuos tienen deberes internacionales que trascienden las obligaciones nacionales de obediencia tanto ciudadanos tienen el deber de violar las leyes nacionales para prevenir los crímenes contra la paz y la humanidad que se produzcan.». En definitiva, lo que hacía entonces el Tribunal Internacional era reconocer la supremacía de la conciencia ética sobre las órdenes recibidas por leyes u órdenes nacionales si éstas contravienen derechos humanos de orden superior.
Pocas personas tienen el valor de rechazar el soborno del poder, de sacrificar su cómoda existencia en aras de hacer prevalecer los valores éticos y morales que deben regir nuestras conductas. Seguramente, Edward Snowden, es uno de ellos.
Pero a otros niveles más elementales de la vida cotidiana, en el día a día de nuestro pueblo, la mayoría de los ciudadanos con independencia de su oficio y condición prefiere llevarse a bien con el poder de la comunidad, al menos evita ser señalado como enemigo, mientras mira para otro lado para no ver las muchas y pequeñas inmoralidades que se cometen a diario. A lo sumo, lo denuncian acaloradamente en la barra de un bar.
El poder es mucho poder, como ya demostrara un estudio sobre el autoritarismo realizado por Tehodor Adorno con su famosa "Escala F". La mayoría de los individuos optaríamos por el deber cumplido y el respeto a la Ley; aunque eso dañara los principios más básicos de nuestra ética. El propio Adorno decía: "Cuando el precio de la seguridad, es la dependencia, la renuncia a la libertad termina siendo tan dolorosa como cuando se tiene que renunciar a la alegría". Tesis que sostiene también magistralmente Erich From en su libro "El miedo a la Libertad". Por eso, héroes, lo que se dice héroes, hay poquitos.
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