«Dicotomías de nuestro carácter»
En nuestra vida real ocurre igual que el Jueves Santo de nuestra Semana Santa, tras una tarde de mantillas, olor a claveles y sones de pasodoble, sucede sin solución de continuidad la procesión de la Amargura.
De este modo, tras la España va bien de Aznar y Zapatero, bajo aquella alegría de luz y prosperidad con la que mirábamos un futuro esperanzador, nos ha alcanzado, sin saber como y de repente la amargura de no ver ni perspectivas ni futuro.
Cuando observo estas paradojas, cuando veo la pasión que levantan en la mayoría de las personas estos días que llamamos santos, no puedo evitar el pensar que, en definitiva, en la Semana Santa, venimos a representar una metáfora de nuestras propias vidas. Seguramente sin saberlo, inconscientemente; pero en el fondo, nada de cuanto trasciende en ella nos es ajeno.
Nuestra Semana Santa, a la de Jumilla me refiero, está llena de esas contradicciones y grandezas que nos caracterizan, y somos capaces de pasar de la luz de una tarde de «Mantillas de Jueves Santo», al son de este particular pasodoble tan nuestro, a una noche solemne de amargura.
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