«El papel de la Junta Central»
Si como decíamos ayer, el papel desempeñado por la Iglesia en el desenlace de la intervención de la Hermandad de Jesús Narzareno nos parecía incongruente; el desempeñado por la Junta Central de Hermandades es incalificable por lo incomprensible de su comportamiento durante el mismo.
Para empezar cabría esperar de la Junta Central, que además de coordinar y velar por el buen funcionamiento de la Semana Santa, lo hiciera igualmente por la defensa e independencia de sus hermandades asociadas. En este sentido, hubiera cabido esperar de ella que tomase un papel más activo en el proceso, actuando como mediadora en el mismo y colaborando a encontrar otras soluciones diferentes a la actual en donde la anterior directiva del Nazareno o, al menos sus hermanos, hubieran tenido la oportunidad de pronunciarse sobre los destinos de su hermandad ayudando a la búsqueda de otras soluciones. Pero no ocurrió así, por el contrario, la Junta Central se ha limitado a ser testigo mudo y comparsa de las decisiones que la iglesia ha considerado debía tomar en este caso.
Es cuanto menos curiosa la pasividad y silencio con el que parece haber actuado este organismo, silencio que se hace extensivo al resto de las hermandades sin que ninguna de ellas haya dicho nada al respecto. El silencio más absoluto ha reinado por parte de todos, como sin con ellos no fuera la cosa. Incluso se ha dado el caso de alguna que aprovechando la intervención ha solicitado bienes que cree le corresponden simplemente porque hubo un tiempo en el se encargaba de procesional tal imagen. Seguramente piensan que con ellos no va la cosa; pero si yo fuese de ellos, en vista de cómo se ha actuado en esta ocasión, de cómo el marco que regula el funcionamiento de sus entidades puede dar ocasiones para que en el futuro la iglesia decida actuar por idénticas o similares faltas a su doctrina (que obviamente interpretara el párroco consiliario), estaría temblando.
Vienen a mi memoria en este punto los versos del viejo poema “Mi vecino” atribuido al dramaturgo alemán Brech; pero que en realidad, fue escrito por un pastor protestante para su sermón en la Semana Santa de 1946 en la población alemana de Kaiserlautern y que tituló “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”, en referencia a la apatía del pueblo alemán ante la crueldad nazi. Dice así:
« Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio,
porque yo no era comunista, Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío,
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi,
no había nadie más que pudiera protestar.»
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