«Envites bajo la crisis»
El Financial Times publicaba el siguiente artículo bajo el titulo de: «El separatismo amenaza el fututo de España» indicando que el separatismo vasco y catalán irrumpen con mayor virulencia en medio de la crisis que asola el país. Indica como en un contexto internacional donde las fuerzas separatistas de Quebec en Canadá y del Partido Nacionalista Escocés en Reino Unido parecen dar brios a estos movimientos disgregadores.
Para el articulista David Gardner, el gobierno español parece estar catatónico ante ésta crisis institucional que se le avecina y su preocupación constante por apagar los múltiples fuegos de la crisis financiera y económica lo han sumergido en un sonámbulo ante está crisis constitucional.
Cualquier españolito de a pie no necesita recurrir a la prensa extranjera para constatar que este problema viene de muy lejos, de aquel «café para todos» con el que se intento contentar a los llamados nacionalismos «históricos» para evitar irritar por el trato desigual al resto de las regiones españolas no consideradas tales. El problema fue creer o considerar que los nacionalismos separatistas aspiran a construir algo distinto a guetos discriminatorios y que, por tanto, se iban a conformar con algo que no los beneficiase más que al resto. El error estaba en el origen por pensar que las regiones vascas y catalanas tenían derechos o razones históricos: Acaso no existían esas mismas razones en otras regiones con mucho más fundamento: el caso de Navarra o los movimientos comuneros en Castilla. Sin embargo, en éstas últimas donde no existía la lacra del nacionalismo, no se ha dado el problema.
La cuestión no son pues unas razones supuestamente históricas que, de haberlas, no suponen más de un lustro en la historia de esos pueblos; el problema fue la cesión indiscriminada a quien no hay forma de contentar puesto que su aspiración es inagotable y egocéntrica, si los nacionalistas alguna vez consiguen ser nación aspirarán a ser imperio y arropados en encarnar la representación del pueblo no cesarán hasta aniquilar a quien no abrace sus signos distintivos. Lo que ellos jamás admitirán será convivir con quienes consideran forastero, salvo que este abrace el credo nacionalista convirtiéndose así en el más furibundo de la casta separatista. Esto último lo hemos visto con Etarras nacidos de inmigrantes que se apellidaban Martínez, o con el ínclito vicepresidente catalán Rovira, aragonés e hijo de un Guardia Civil.
En fin, las próximas elecciones vascas y la creciente ofensiva De Artur Mas (el retoño del zorro Pujol), no son sino una vuelta más de tuerca de este proceso que parece imparable. Además, en el caso catalán, la falta de solvencia económica para atender las obligaciones de su autogobierno de cara a su población envejecida, sanidad y educación les viene que ni de perlas para exacerbar su discurso separatista.
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