«El vuelo defintivo»
Por aquel entonces Tobías (me refiero al mío), era un asombrado polluelo que escrutaba el mundo con un interminable rosario de interrogantes llenos de ingenuidad y ternura. Más tarde, con el paso de los días, dió sus primeros aleteos y tras ellos sus vigorosos y arrogantes vuelos ante el acantilado rocoso mientras yo le contemplaba con el corazón encogido. Le acompañe siempre que pude en aquellos escarceos contándole cuanto había aprendido sobre el control de las plumas en su choque contra el viento, sobre los giros y la velocidad de caída en picado, sobre las corrientes térmicas y su capacidad ascendente. Le conté todo cuanto supe y todo lo que otros me habían contado anteriormente a mi.
Tobías cada vez volaba mejor y, siempre, aun cuando se me encogiese el alma, me llenaba de una especie de satisfacción y orgullo. Ahora Tobías emprende el vuelo de nuevo, pero esta vez es un vuelo diferente, ahora es su vuelo, su gran travesía, su destino, el VUELO con mayúsculas.
Le acompañe hasta el alto del roquero, sus alas se alzaron batiendo el aire, mis ojos siguieron su trayectoria hacia su horizonte y un destino al que se no puedo acompañarlo. Mientras me preguntaba si todas las respuestas que le he dado le servirán en su viaje, si en ese viaje vedado para mi sirven las que tengo... Si él, en los muchos y nuevos retos que tendrá que sortear, podrá comprender al fin algunas cosas que cuando en su día yo le conté no podía ni alcanzaba a comprender. Supongo que así será, ya que en mi vuelo ocurrió de ese modo.
Cuando finalmente su silueta se convirtió en un diminuto punto en el horizonte, una infinita melancolía se apodero de mi, y la leve brisa de ascendía por la ladera del roquedal me hizo comprender que todo cuanto hacemos es una ínfima gota del eterno ciclo de la vida.
Quiero expresarte mi más sincera enhorabuena a ti, Plácido, y a cuantos habéis colaborado en la cría y educación del polluelo que ayer comenzó a volar. Un vuelo que lo llevará muy alto, tal vez, más alto de lo que tu nunca hayas llegado a imaginar, pero la suerte que tienes, la suerte que tenéis en la familia, la suerte que tenemos todos, es, que por mucho y alto que vuele "Tobías", nunca saldrá de nuestro barrio, "del barrio de internet".
ResponderEliminar¡Gracias Ildefonso!
EliminarYo asistí a ese vuelo, lo hizo con seguridad, serenidad y elegancia, se que
ResponderEliminarvolverá con frecuencia y nos llenara de alegría ver sus nuevos logros y sus
futuros polluelos. Comparto tu nostalgia, pero se que todo el bagaje que le has dado junto con Zalá será una "herencia" imperecedera que a la vez tu recibiste.
QUERIDO AMIGO PLÁCIDO... GRACIAS POR ESCRIBIR COMO LO HACES. GRACIAS POR REGALARNOS UN RELATO QUE ES LA PURA METÁFORA DE LA VIDA. GRACIAS POR HACERNOS REFLEXIONAR Y DISFRUTAR DE LA LECTURA. GRACIAS...
ResponderEliminarANA MARIA TOMAS
Ya quisiera escribir la mitad de bien de lo que tu lo haces Ana María; pero sabes bien que sólo se puede comunicar aquello que nos sale del alma y, en este caso, me salió de ahí.
Eliminar¡Gracias Ana María!
Hay algunas cosas que uno no debe leer en la oficina, primero por no hacer bajar aun mas la productividad.
ResponderEliminarSegundo, y mas importante, por que los compañeros te miran raro si te ven correr las lagrimas por la mejilla.