«Que nadie me lo cuente, pues yo lo viví»
No se si como dice Plácido cada Jumillano es una taifa; pero desde luego muy nuestros, bastante individualistas y tocameroques si que somos. Si alguien piensa lo contrario que mire en la red los comentarios a propósito de la Imposición de los pañuelos.
La feria, en origen una concesión real del rey D. Pedro I era un lugar de compra y venta de ganado y enseres agrícolas que contaba con exenciones fiscales de tasas y arbitrios. Con el tiempo fue perdiendo esa finalidad hasta convertirse en una fiesta que se traslado al verano haciéndola coincidir, como en la inmensa mayoría de los pueblos de España, con la Virgen de la Asunción (por cierto que también cambiamos en la historia de patrona) del 15 de Agosto.
Abajo Lola Flores y D. Julián en una velada memorable
A mediados de los 60 con el desarrollo económico y el comienzo de la bonanza, cientos de jumillanos que habían emigrado, principalmente a Cataluña, regresaban en estos días de vacaciones, a ver a la familia dando constancia a amigos y vecinos de que la cosa les iba bien. El dinero en gastos feriales no se escatimaba y las galas de feria y sus atracciones y tenderetes iban cada año a más. Nuestra patrona la Virgen contaba entonces, al igual que ahora, con escasa devoción si exceptuamos un pequeño grupo de Jumillanos que le acompañaban en su subida y bajada a la ermita de San Agustín. Por tanto, que nadie me lo cuente, pues yo lo viví.
Apenas pasaron diez años, cuando otro grupo de entusiastas del folklore acudieron también al goloso panal, pensando con criterio que un Festival en Feria tenía el público asegurado. La cosa fue así, que nadie me lo cuente, pues yo lo viví.
Unos años después atrajo el panal de rica miel a quienes gustan de pólvora y desfiles, pues no les dejaban en la cabalgata disparar sus trabucazos. Había pues que legitimar su entrada, por lo que en actas y legajos registraron para demostrar que por supuesto también aquí, moros y cristianos batallaron. Por si ello no bastaba, cerraron filas en torno a una Patrona olvidada y la acompañaron en su entrada. Que nadie me lo cuente, pues yo lo viví.
Ahora, cuando alguien intenta simbolizar en un pañuelo las Fiestas de Jumilla, que no la Fiesta del vino ni de las Peñas, pues ¡ojo que nadie se olvide! éstas ya tienen el suyo (el pañuelo de trilla, blanco con rayas cruzadas en azul), resulta que no vale un solo color, cada cual quiere el suyo. Esto Señores es así, que nadie me lo cuente, pues yo lo viví.
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