«Esto me huele a rancio»
No hace muchos años, por estas fechas, era el momento de subir a la cámara y remover las arcas. La proximidad de la Semana Santa, en estos últimos días de cuaresma, anuncia siempre la entrada de la nueva estación de primavera, máxime en un año en la que esta festividad cae tan avanzada. De ahí, que fuera el momento de preparar la ropa de verano e ir recogiendo alguna manta y cobertor de invierno en las arcas de la ropa que había por aquel entonces en las cámaras. Esta faena, recuerdo hacerla en casa de mi madre hasta no hace muchos años: “nena que hay que sacar la ropa de las arcas que se ore” -me decía- y ale señal inequívoca de que el buen tiempo y las procesiones estaban encima, era el momento de cambiar. Ahora como vivimos en el piso y no hay cámaras ni arcas, tampoco cobertores ni mantas, pues las hemos sustituido por los livianos nórdicos, pocas se acuerdan de estos trabajos anuales y cíclicos que en la casa como en el campo se venían sucediendo a lo largo de las estaciones. La ropa se sacaba a tender y orear perdiendo el viejo olor a encerrado, rancio y naftalina que había acumulado a lo largo del tiempo en su reclusión invernal en las arcas. No es que yo piense que cualquier tiempo pasado fue mejor, tampoco que añore esos años, salvo por la perdida de mi juventud; pero qué quieren que les diga, las cosas hay que orearlas hay que prepararse para el cambio en los días venideros y todo esto me recuerda que a la vuelta de la esquina tenemos elecciones municipales. Algunas listas se saben, otras se rumorean y, cuando repaso los nombres de algunos candidatos, me viene a la memoria que hay que orear la ropa de las arcas, que con tantos años huele como aquella que sacábamos a colgar para que le diera el aire.
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