Decía Napoleón que "De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso", y me parece que las reflexiones son para tenerlas en cuenta. En este caso con respecto al Castillo de nuestra ciudad, que el próximo lunes será inaugurado. Por cierto, en él acamparon las tropas napoleónicas cuando en el siglo XIX se manejaron nuestro país como parte de su imperio, y al abandonarlo incendiaron nuestro Castillo como muestra de su impotencia y chulería.
Uno de nuestros más admirados símbolos, de los que más orgullosos nos sentimos los jumillenses es el Castillo. El próximo lunes serán inauguradas las obras de rehabilitación, que no el propio Castillo (ni que fuéramos inmortales). Al evento vendrá un alto cargo político/institucional, el Secretario de Estado de Turismo. A falta de un ministro o algún miembro de la Casa Real no está mal, aunque el hecho deje ver la falta de contactos a más alto nivel de nuestro representante en la Cámara Alta.
Lo que ahora ocupa esta epístola no es otra cosa que sugerirle a nuestro más importante administrador local que no deje de ver el bosque por que un árbol se lo tapa.
Los que los ciudadanos queremos es que ese monumento se abra al público de una vez por todas. Que cuando traigamos alguna visita a nuestra ciudad podamos llevarla con orgullo a mostrarle la fortaleza, que lo hagamos con la misma seguridad con que los llevamos al Monasterio, o al jardín de Pueblo Nuevo.
Se que estos días, incluso semanas previas, son un hervidero de nervios y preparativos en la Casa Grande. Que una imnumerable pléyade de personas están trabajando en los preparativos. Que las cuentas municipales van a tener una importante merma en el saldo (para eso están las transferencias de crédito y la no aprobación de un Presupuesto General Anual), y es que en toda la parafernalia previa a la inauguración se está gastando lo que no está escrito (hasta como improvisado plató de grabación se está utilizando el Castillo, por no hablar de invitaciones, cenas, dietas, etc.).
Jumilla, es decir sus gentes, es un pueblo humilde que le gusta acoger con su hospitalidad al visitante. Es poco amigo de parafernalias, que con su humildad ofrece al forastero lo que tiene, y lo hace de corazón.
No convirtamos el hecho de que por fín esté abierto de nuevo el Castillo en algo ridículo, el Castillo no se lo merece. Y para nada se lo merecen sus gentes, las del pueblo, las de a pie,los humildes y sencillos jumillanos/as.
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