De esto y del sentido común se deduce que un inmigrante, como un nativo, está sujeto a los mismos derechos y obligaciones que cualquiera. Como les tenemos que reconocer una serie de derechos conquistados con el esfuerzo de todos, es por lo que nos vemos obligado a no admitir más inmigrantes que aquellos que nuestra capacidad como sociedad pueda admitir y demande. Una vez aquí gozan de iguales derechos e iguales obligaciones, ni más, ni menos.
En los países con gran tradición en emigración, no es nuestro caso (en esto somos novatos), la policía vela por salvaguardar sus aduanas y fronteras impidiendo la entrada ilegal. Así, los guardacostas de aduana americana saben por ejemplo que el inmigrante no debe tocar tierra estadounidense o terminar de cruzar el Río Grande, pues si lo hacen, el Estado, la sociedad, debe acogerlo otorgándole más tarde o temprano la ciudadanía plena. Sobre este asunto, los partidos políticos de esos países no hacen política, hay un gran consenso. Su ciudadanía en general, salvo algún desaprensivo, no se aprovecha de la situación ilegal de indocumentados en beneficio propio.
Tomen nota de lo que hacemos aquí, nuestra policía aduanera no impide la entrada sino que guiados por un buenismo mesiánico, corren a ayudar a desesperadas victimas de la emigración ilegal con mantas y termos calientes. Me parece muy bien, pero que nadie proteste después porque una vez aquí seguramente no podemos deportarlo, pues ellos sabedores de esta práctica o son de países donde no tenemos extradición o, si lo son, han destruido sus papeles. En la patera, la policía ha comprobado que en la mayoría de los casos hay quien tiene un móvil desde donde llamar al primo, paisano o directamente a comisaría cuando la cosa se pone fea en la mar. Luego las administraciones (las de los dos colores), que ordenan actuar así a nuestra vigilancia fronteriza, cuando ya no pueden sostener tantas personas en los centros de acogida (especialmente en Canarias), los montan en el avión y los reparten por la península con un billete de autobús o un bocadillo. Practicas realizadas por quienes en la oposición se encerraban en iglesias al grito de: «Papeles para todos» haciendo politiquilla navajera. Esa práctica de disolver ilegales también la desarrollaron los otros desde el Gobierno de entonces hasta la dimisión de Pimentel. Después, eso sí cómo no, levantan acta a un agricultor que lleva trabajando en su vendimia uno de estos pobres inmigrantes sin papeles.
En ésta foto, inmigrantes cultivando parcelas de cultivo intensivo en Jumilla.
Arriba, un inmigrante en los improvisados campos de bolei detrás del cementerio
¿Sus paisanos y los míos que hacemos mientras tanto? Practicar idéntico buenismo mesiánico por fuera e irresponsable actitud de facto. Bajo el «Probrecitos, nosotros hemos sido emigrantes igual que ellos» esculpamos nuestra mayor o menor vena racista y alquilamos la casa de la madre o el suegro (esa que está para hundir), a diez mil euros el catre, con ese dinero, nos compramos un piso nuevo en el polígono A5 y fomentamos el España va bien de estos años atrás. Ellos, que duda cabe, han contribuido a la prosperidad pasada, han aceptado trabajo que nosotros rechazábamos, de paso también han ayudado al esplendor de nuestras miserias (boom inmobiliario e hipotecario), aunque en su disculpa diré que en su caso, no les quedaba más remedio. Por tanto, ahora debemos reconocerles los mismos derechos de paro y cobertura. Eso a los legales; pero también a los ilegales de los que somos responsables y culpables. Eso sí, derechos los mismos, concesiones especiales en razón de su cultura, religión o creencias, ninguna. Como ves amigo lector, para nada estoy de acuerdo con eso de que: «estos vienen a quitar nada, o aprovecharse de algo (sanidad y educación)», especialmente ahora que nos vienen mal dadas las cosas; pero tampoco creo que cuanto esta sociedad ha logrado se pueda abrir indefinidamente, regalandolo alegremente como si del maná se tratase. De ahí que piense que lo que venimos haciendo es un tremendo error y de una enorme irresponsabilidad social para con nosotros mismos. No es que lo piense, lo sé desde que en 1997 estuve destinado en Guinea Bissau (el cuarto país más pobre de este planeta), en una misión avalada por el Banco Mundial y Naciones Unidas. En aquella estancia aprendí varias cosas:
- Que en lo sucesivo, la inmigración a occidente de los países del África subsahariana sería un fenómeno imparable.
- Que lo mejor que los occidentales podemos hacer por África sea por parte de ONGs u organismos internacionales (incluido yo en una misión educativa u otros en misiones sanitarias, etc.), es dejarlos definitivamente en paz.
- Que los pobres, pobres de solemnidad, esos no se vienen, los que llegan son los más preparados, los más jóvenes y con más medios materiales aunque sea para pagar unos mil euros por la patera (toda una pequeña fortuna allí), a los piratas que los traen- En estas sociedades ellos son lisa y llanamente los que estarían llamados a levantar sus países. Si salen de la tierra que les vio nacer, es por esa búsqueda de horizontes y esperanza ante la desolación que ven; pero los pobrecitos de verdad, esos, se quedan allí.
- ONGs conocí una infinidad de ellas in situ, amen de las que ya tenía noticias aquí, pero sólo mereció mi reconocimiento y aprobación una: Caritas Internacional.
De ellos, me quedaría con la esperanza de mejorar, con las ganas de comerse el mundo (que nuestra sociedad ha perdido), de nosotros amigo lector, estoy hasta las narices del buenismo mesiánico, el blandiblu melifluo intercultural que nada encierra dentro y la irresponsabilidad aprovechada. Lo demás amigo mío es puro racismo.
"3. Que los pobres, pobres de solemnidad, esos no se vienen, los que llegan son los más preparados, los más jóvenes y con más medios materiales aunque sea para pagar unos mil euros por la patera (toda una pequeña fortuna allí), de estas sociedades. Son lisa y llanamente los que estarían llamados a levantar sus países. Si salen de la tierra que les vio nacer, es por esa búsqueda de horizontes y esperanza ante la desolación que ven; pero los pobrecitos de verdad, esos, se quedan allí."
ResponderEliminarNo sé por qué siempre he tenido la impresión de que eso era así.
Te pedí un comentario sobre inmigración sabiendo que sería una magnífica entrada, no me has defraudado en absoluto, has dicho verdades como puños.
ResponderEliminarEres una persona muy inteligente por eso no eres político.
Gracias.
Estimado Anónimo, en primer lugar, soy política y cuánta razón tienes.
ResponderEliminarYa sabes que soy mujer ahora no te queda más que saber de qué parte. La verdadera inmigración es hoy la que se viste de tintes xenófobos, esa que arrincona al rumano en el jardín, esa que permite jugar al ecuatoriano sólo detrás del cementerio, esa que hace que comprando en el DIA nos agarremos el bolso al ver a un extranjero.
Extranjero, qué palabra más fea, extraño para quién, extraño de dónde, nos miramos al espejo cada día, quien lo tenga, y nos reconocemos?
Un saludo.